Y hoy a llegado el día, aquel en el que recibes la señal, de que es necesario un cambio, abandonar el pasado y soltarte de las cadenas que te atan a los remoridimientos. En estos momentos mi cerebro le pide una sonrisa a mis recuerdos, pero el mensaje parece perderse y no llegar. Tal vez sean las insuficientes ganas por hacerlo o simplemente la razón de la pérdida resida en que no lo he pedido al lugar adecuado.
No es el momento de castigar mis agravios ni de cavar mi propia tumba, tampoco es momento de que me fallen o me tiemblen las piernas. Nada tiene de acertado en estos tiempos apoyar las manos en las rodillas y esperar una bocanada de aire que me reconponga de nuevo.
Tengo claro de que este, no es el momento idoneo para todo lo dicho, pero las dudas me asaltan a la hora de pensar para que es idoneo, tal vez ha llegado de nuevo el momento de empaquetar los sueños en una maleta, levantar la cabeza, mirar al frente y comenzar a andar sin rumbo, pues no hay final en el camino ni bifurcación alguna que el tiempo no acabe por mostrarnos.
No es el momento de castigar mis agravios ni de cavar mi propia tumba, tampoco es momento de que me fallen o me tiemblen las piernas. Nada tiene de acertado en estos tiempos apoyar las manos en las rodillas y esperar una bocanada de aire que me reconponga de nuevo.
Tengo claro de que este, no es el momento idoneo para todo lo dicho, pero las dudas me asaltan a la hora de pensar para que es idoneo, tal vez ha llegado de nuevo el momento de empaquetar los sueños en una maleta, levantar la cabeza, mirar al frente y comenzar a andar sin rumbo, pues no hay final en el camino ni bifurcación alguna que el tiempo no acabe por mostrarnos.
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